miércoles, 16 de abril de 2014

Belleza y misoginia


Me encuentro en estos días sumergida en la lectura de Beauty and Misogyny (2005), de Sheila Jeffreys. Es tremendamente clarificador y enlaza sin contradicción alguna con algunas ideas que he recogido de manos de Amelia Valcárcel, Rosa Cobo o Adrienne Rich, por ejemplo, al respecto del proceso de feminización de las mujeres.

A Simone de Beauvoir le debemos su más célebre formulación: No se nace mujer, se llega a serlo. A partir de la comprensión de este principio es posible entender cómo opera el mecanismo de feminización, y cómo afecta a la vida individual y colectiva de las niñas que se encuentran en proceso de convertirse en mujeres.

Una de las cosas que siempre me ha llamado la atención acerca de lo que significa ser una chica-chica, esto es, dulce y femenina, es el premio tan magro que conlleva. Adoptar una postura que ocupe poco espacio físico, hablar en un tono de voz suave y no llevar la contraria, o no demasiado, a los varones, tiene premio, sí: la aceptación masculina y, con un poco de suerte, su protección. ¿De qué protege un varón adecuadamente masculino a una mujer adecuadamente femenina? La respuesta es reveladora: de otros varones. 

Ser femenina significa lo arriba mencionado y algo más: una persona llega a ser mujer si adopta la máscara de la feminidad. Un ser humano no se convierte completamente en mujer si no se maquilla o peina de un modo determinado; sus uñas necesitan color y su ropa, un adecuado tratamiento. Las prendas cómodas y funcionales nunca, nunca, nunca son femeninas. Incluso para hacer deporte una se ve obligada a elegir entre lo menos ridículo que el mercado ofrece. La heterosexualidad obligatoria es también una prerrogativa esencial de las auténticas mujeres, que no ponen en cuestión el orden social y familiar establecido.

Existe una idea un tanto vaga que sirve para justificar la imposición de la feminidad sobre las niñas desde su más tierna infancia: es lo natural para ellas, ellas mismas lo buscan y les encanta, por tanto lo raro es que no tiendan a ello. 

Habría que definir en primer lugar qué significa el concepto de natural (¿es natural asfixiarse en laca, por ejemplo?) Si ser femenina es algo que surge de manera automática y espontánea, ¿por qué hay tantas presiones sobre las más jóvenes para que no sean "marimachos"? ¿Por qué es horrible que haya marimachos? ¿En qué afecta al funcionamiento de la sociedad? La respuesta es sencilla: podría ser peligroso que la clase dominada entrase a ocupar la categoría de persona, sencillamente, y no de mujer. Los varones ocupan la categoría de ser humano (que no necesita maquillarse ni arreglarse en exceso para resultar atractivo) y son las mujeres quienes representan al otro, a quien es física y ontológicamente distinto y por tanto debe diferenciarse también mediante el uso de la máscara. Esto podría resultar peligroso para quienes ostentan en exclusiva la categoría de ser humano y no desean compartir sus privilegios. 

En Beauty and Misogyny, Jeffreys, citando a Dee Graham, hace una brillante comparación entre el conocido como Síndrome de Estocolmo y la mayoritaria aceptación por parte de las mujeres de su situación subordinada. 

La feminidad es el plan de acción que sirve para llevarse bien con el enemigo mediante el intento de ganárselo. (...) El término "feminidad" se refiere a ciertos rasgos de personalidad que se asocian a quienes viven subordinados y a quienes han adoptado comportamientos destinados a agradar a los dominantes. (...)

De este modo, 

Esos comportamientos que la cultura masculina clasifica como "femeninos", son los que cualquiera esperaría de un grupo oprimido. (...)

Sin duda, al menos hasta donde sé, nadie pone una pistola en la cabeza a otra persona para que se maquille o se pinte las uñas, pero es innegable que a las mujeres nos educan para que la opinión masculina sobre nuestro cuerpo pese más que nuestras ganas de vivir tranquilamente, sin preocuparnos de esos ritos que tanto tiempo quitan y que tan poca utilidad real tienen. ¿Hasta qué punto se elige realmente lo que se elige? Me parece encantador que la elección libre de muchas mujeres casualmente coincida con el criterio masculino de lo que es hermoso y femenino y deseable (o aceptable). 

Rousseau sabía lo que se decía cuando afirmaba que las mujeres dependen de la opinión que los varones se hacen de ellas y que sin esa opinión no son nada. Él mismo escribió  muchas célebres diatribas contra la consecución de los derechos políticos y educativos por parte de las mujeres. La misoginia romántica no tuvo ningún problema en tomar pie en sus respetadísimas opiniones y... Así seguimos hasta hoy. Con algunas pequeñas diferencias de forma, pero con el mismo fondo espeso, casi intacto, que el imaginario colectivo reserva al nutrido archivo de prejuicios sobre las mujeres y lo que significa llegar a convertirse en una de ellas.


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